La carrera por Mauritania
Desde el inicio de la guerra en el Sahara Occidental las partes del conflicto tratan de emplearse a fondo en el tablero internacional para consolidar una red de apoyo en la que los países vecinos juegan un rol clave. En los últimos días la atención se ha centrado en Mauritania que desde los ochenta ha optado por conservar una posición intermedia entre saharauis y marroquíes.
El ministro de Exteriores saharaui Mohamed Salem Uld Salek lleva
unos días en la capital mauritana donde se reunió con su homólogo mauritano y otras
altas personalidades del país para tranquilizarles ante este nuevo escenario. Uld
Salek dijo que una unidad del Ejército de Liberación Popular Saharaui (ELPS) va
proteger el ferrocarril que transporta hierro desde Zuerat a Nuadibú durante su
paso por el territorio saharaui. Conocedor de estos hechos, el rey Mohamed VI
llamó al presidente mauritano Mohamed Uld Ghazouani para
invitarle a Rabat y tratar los últimos acontecimientos ocurridos en la región. El
pasado lunes el jefe de la diplomacia saharaui fue recibido por el presidente mauritano.
Esto son solo algunos signos de la carrera que saharauis y marroquíes han iniciado
por hacerse con el apoyo del Gobierno mauritano.
La población saharaui y la mauritana son idénticas. En ambos
países predomina la población biydhan, el habla hasaní, el té de los tres vasos
y la melhfa y la dará. Mauritanos y saharauis tienen en común además el
haber sido reivindicados por Marruecos. Aunque Mauritania logró su independencia
en 1960, tuvo que esperar nueve años para ser reconocida por Marruecos. La
principal razón para el cambio de estrategia marroquí es precisamente el Sahara.
En ese momento el Rey aspiraba a ganar los apoyos del presidente Uld Daddah
para dar fuerza a sus reivindicaciones obre la ex colonia española. Aunque el
escenario idóneo para Mauritania era la existencia de un Estado saharaui tapón que
garantizara su integridad territorial, la oferta de Hassan II tampoco era mala.
A partir de finales de 1974 los mauritanos apostaron por la oferta
marroquí que les garantizaba su integridad territorial y la mitad meridional
del Sahara Occidental. Nuakchot y Rabat formaron un frente contra España para
reivindicar el Sahara. La salida española y la cesión del territorio a estos
dos mediante los Acuerdos de Madrid no supuso el final del proceso de descolonización
ya que la población saharaui no tuvo ocasión de pronunciarse en un referéndum
de libre determinación. Estos acuerdos marcaron el inicio de una guerra de
Marruecos y Mauritania contra el Frente Polisario quien luchaba por la
independencia del territorio.
Los saharauis golpeaban cuando y donde querían al Ejército
mauritano. Regiones tan lejanas como Bassikounou o Kiffa fueron alcanzadas por
el Polisario. El ELPS atacó en dos ocasiones al Palacio presidencial mauritano.
El ferrocarril de Zuerat a Nuadibú, crucial para la economía del país era constantemente
atacado. Para revertir la situación Uld Daddah solicitó la presencia de
unidades del Ejército marroquí y de Francia. El Ejército francés entró en la
guerra para el adiestramiento de oficiales mauritanos y para bombardear a unidades
saharauis en la Operación Lamantín.
En menos de un año Mauritania se había sumido en una profunda
crisis económica y tenía a miembros de los Ejércitos francés y marroquí dentro
de su territorio haciendo saltar la alarma de la integridad territorial. Además
la guerra se fue haciendo cada vez más impopular. La población biydhan no
comprendía el conflicto armado contra un pueblo hermano. La población negra —con
muchos efectivos en el Ejército— entendía que era una guerra entre blancos de
la que ellos no iban a obtener muchos beneficios. Los oficiales estaban
consternados por las continuas pérdidas de sus compañeros. El 10 de julio de
1978 el presidente Uld Daddah fue derrocado en un golpe de Estado ejecutado por
el comandante Mustafá Uld Salek con el objetivo principal de sacar a Mauritania
de la guerra.
Tras varias rondas de negociaciones, en agosto de 1979 el
Frente Polisario y Mauritania llegaron a un acuerdo para la salida de este último
del conflicto y su marcha atrás en las reivindicaciones sobre el Sahara. Además
Mauritania reconoció que el Polisario es el legítimo representante de la
población saharaui y se comprometió a reconocer a la República Árabe Saharaui
Democrática (RASD). Desde esta fase Mauritania se ha quedado generalmente en
una posición intermedia para conservar sus intereses con cada una de las partes
del conflicto saharaui. Dentro de esta neutralidad se pueden observar ligeras
diferencias de los sucesivos Gobiernos mauritanos hacia una parte u otra.
La llegada a la presidencia de Mohamed Khouna Uld Haidalla —quien tiene lazos
familiares muy estrechos en la población saharaui— trajo consigo un acercamiento
al Frente Polisario reconociendo a la RASD en 1984. La época de Maaouya Ould Sid'Ahmed Taya (1984-2005) se caracterizó por una
ligera cercanía a Rabat, tratando de restablecer las relaciones rotas desde 1979.
Pero en ningún momento se planteó revocar el reconocimiento ni romper relaciones
con la RASD para mantener la neutralidad.
Desde la firma del alto al fuego entre Marruecos y el Frente
Polisario en 1991, Mauritania se ha convertido en una parada fija de las giras
realizadas por los secretarios generales de la ONU y sus enviados especiales
para buscar una solución al conflicto. Pero al contrario que Argelia —que desde finales de 1975 acoge a los refugiados saharauis,
tiene a múltiples organismos desplegados en la zona para la asistencia a este
colectivo y ha colaborado con los esfuerzos del enviado personal James Baker
presentando observaciones a sus propuestas de 2001 y 2003— Mauritania ha optado
por jugar un rol secundario, limitándose a apoyar los esfuerzos de la ONU.
En 2001 Marruecos y Mauritania oficializaron la apertura de
un puesto fronterizo en Guerguerat, al sur del Sahara Occidental, para fortalecer
los intercambios comerciales violando con ello los acuerdos de paz firmados por
Rabat con el Polisario. La brecha de Guerguerat se ha convertido en un paso
estratégico del comercio terrestre entre Europa y los países del África Occidental
y ha contribuido a que Marruecos se consolide como uno de los principales
importadores en Mauritania proporcionando generalmente productos alimentarios y
bienes de consumo.
A partir de esta época el Gobierno de Sid'Ahmed Taya favoreció
el impulso de las inversiones marroquíes. En 2001 la compañía Maroc Télécom
adquirió el 51% del capital de la sociedad MAURITEL. La Office
National des Hydrocarbures et des Mines (ONHYM) posé el 2,30% de la Société
Nationale Industrielle et Minière de Mauritanie (SNIM), con más de 5000 empleados.
La empresa
marroquí DRAPOR controla el dragado del puerto de Nuakchot. Attijari Bank
Mauritanie —filial de la sociedad
multinacional marroquí Attijariwafa Bank— es hoy un banco de referencia en el
país.
Simultáneamente
se ha ido desarrollando el comercio entre Mauritania y los Campamentos saharauis
donde el primero ha favorecido su rol como proveedor textil de melhfas,
darrás y otra indumentaria tradicional que abastecen a los refugiados y que
incluso llegan a las regiones argelinas de Adrar y Bechar. Es evidente que este
comercio ha ganado fuerza en la última década pero no existen datos que lo puedan
confirmar. Sin embargo ese no es el motivo que empuje a Mauritania para buscar
el equilibrio. Este país y el Sahara Occidental comparten cerca de 1600 km de
frontera en su mayoría controlada por el Frente Polisario. Desde el alto al
fuego han surgido nuevas amenazas para ambos territorios que han requerido la estrecha
cooperación de los Ejércitos saharaui y mauritano. Ambos Estados han trazado
una estrategia muy efectiva para la lucha contra el terrorismo y el tráfico de
estupefacientes procedente de Marruecos para intentar cruzar Mauritania y
Argelia.
En agosto de
2005 Ely Uld Mohamed Vall derrocaba a Sid'Ahmed Taya y trató de abrir una etapa
democrática en el país organizando elecciones que llevaron al recientemente
fallecido Sidi Uld Cheij Abdallahi a la presidencia en abril de 2007. Ambos presidentes
siguieron fieles a la neutralidad marcada por sus antecesores. El 6 de agosto
de 2008 tuvo lugar un nuevo golpe de Estado, esta vez de la mano del general
Mohamed Uld Abdelaziz. Aunque sin grandes cambios en la práctica, las
relaciones de Uld Abdelaziz han sido más estrechas con los saharauis. El 14 de
octubre de 2012 un miembro de la comitiva de escoltas que acompañaban al presidente
mauritano le disparó «por error» causándole heridas leves. Se barajó entonces
que se trataba de un intento de asesinato planeado por los servicios de
inteligencia marroquíes.
Desde la
llegada de Mohamed Uld Ghazouani a la presidencia en agosto de 2019 se puede apreciar
una pequeña evolución de la posición mauritana con respecto a la causa saharaui.
El nuevo presidente dijo en marzo de este año que el rol mauritano en el conflicto
saharaui debía ser más activo y evolucionar de la neutralidad a la imparcialidad.
También fue llamativa su felicitación al presidente saharaui Ghali en el Eid
del Fatr o fiesta del fin del Ramadán. Este gestó enojó mucho a Marruecos desde
donde surgieron voces —especialmente elementos del Partido Istiqlal— para
recordar que Mauritania es un territorio marroquí que podría ser recuperado en cualquier
momento.
Lo cierto
es que las reivindicaciones marroquíes sobre Mauritania nunca se han apagado
del todo. Si el conflicto saharaui se resuelve del lado marroquí no hay que
descartar que se active nuevamente la campaña pare reivindicar Mauritania décadas
después. Para ello se ha ido consolidando una relación comercial que fomenta la
dependencia Mauritana de Rabat. La cooperación comercial entre ambos países no
ha podido evitar que Mauritania siga siendo uno de los países más pobres del
mundo. Su deuda pública superó en 2017 los 3.000 millones de euros, lo que equivale
al 75% del PIB y su PIB per cápita en 2018 apenas superó los 1000 euros.
Estas circunstancias
hacen que países como Qatar o Emiratos Árabes Unidos se fijen en Mauritania
para promover el comercio y fomentar las inversiones tratando de ganar influencia
en la región. Además de convertirse en uno de los principales importadores a Mauritania,
Emiratos anunció hace unos meses que invertirá 2.000 millones de dólares en el
país africano para financiar proyectos de desarrollo y un préstamo con
condiciones favorables. Estas relaciones permiten a Emiratos un considerable
margen de maniobra para condicionar la posición de Mauritania en la nueva fase
del conflicto saharaui.
Es sabido
que el país de Mohamed ben Zayed ejecuta la maniobra de Donald Trump para el acercamiento
entre el Estado de Israel y los países árabes en la que Marruecos es clave. En este
plan podría entrar también Mauritania que ya reconoció a Israel en 1999, aunque
diez años después las relaciones diplomáticas fueron canceladas. Tras los últimos
movimientos de la diplomacia saharaui en Nuakchot no hay que descartar una ofensiva
de Rabat en distintos niveles. Marruecos pretendería que el Ejército mauritano
limite o impida los movimientos de las tropas saharauis en las zonas próximas a
sus fronteras. En el ámbito diplomático, el Gobierno marroquí estaría
trabajando para conseguir algún tipo de declaración de las autoridades
mauritanas contraria al Estado saharaui que pueda ser explotada por los medios de
comunicación nacionales. En estos objetivos cobra fuerza la influencia de
Emiratos.
La nueva
guerra en el Sahara Occidental coloca al Gobierno mauritano en una posición difícil
para mantener el equilibrio. Se habló en un primer momento de una mediación
mauritana para rebajar tensiones pero todo quedó en nada. Desde el inicio de la guerra Mauritania se ha
convertido en la meta de una carrera en la que de momento ganan los saharauis. Por
ello los marroquíes tratarán de jugar con la red comercial que han ido tejiendo
sobre Mauritania para lograr sus propósitos. Las relaciones comerciales llevadas
a cabo en estos casi 20 años no han contribuido mucho al desarrollo mauritano y
si han favorecido la dependencia de Marruecos.
La estrategia
marroquí en Mauritania sigue las mismas directrices que la política francesa en
sus antiguas colonias africanas: fomentar lazos económicos para crear dependencia
política. Un Estado saharaui biydhan entre Marruecos y Mauritania, además de borrar
definitivamente los fantasmas del «Gran Magreb», debería ayudar para eliminar
esta dependencia y contribuir a relaciones comerciales más equilibradas e
implantar definitivamente la estabilidad en la región. En esta opción puede
estar el desarrollo que el Magreb ha esperado durante décadas. Ahora la decisión
queda en manos del Gobierno de Ghazouani.
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