Algo se mueve en el Sahara

Es curioso como en Europa han desevolucionado desde los llamamientos al cumplimiento de la legalidad internacional a proclamar una política de los hechos consumados en el Sahara que teóricamente beneficia al más fuerte. No sé si por interés o por desconocimiento se estima que Marruecos, quien terminó pidiendo el alto al fuego a finales de los ochenta, es el más fuerte en esta controversia.

Lamentablemente un craso error de la parte saharaui fue precisamente su fe ciega en el Derecho internacional. Mientras ellos cedían y seguían creyendo en la resolución pacífica del conflicto, Marruecos (apoyado por los impulsores de las leyes que teóricamente deben regir el funcionamiento de la sociedad internacional) tejía una telaraña para legitimar su ocupación.

Tratar de vender la imagen del saharaui como el más débil margina muchos elementos claves en el conflicto. Mientras España abandonaba a los  saharauis para sacar tajada de su retirada del Sahara, el Frente Polisario hacía frente a los Ejércitos de Marruecos y Mauritania. Este último fue derrotado en 1979. Los débiles saharauis hostigaban al potente y bien equipado Ejército marroquí. No hay cifra exacta de los soldados marroquíes caídos en la guerra pero podrían superar los 15.000. 4000 fueron apresados por el Polisario.

Los saharauis atacaron en territorio marroquí cuando les parecía. Sirva de ejemplo el cerco a la región de Sac. Para levantarlo el rey Hassan se comprometió a negociar directamente con el Movimiento saharaui. El muro de 2700km que hoy divide el Sahara se ha levantado para contener los ataques del Ejército saharaui. Pero esto tampoco sirvió de mucho pues los más débiles entraban por donde querían. Es entonces cuando Marruecos recurrió a una estrategia que si le ha dado resultados. Aceptó el referéndum como la parte visible de una estrategia que consistía en dilatar el proceso al máximo hasta que la política de los hechos consumados termine legitimando su ocupación.

Por ello el mayor adversario de los saharauis no ha sido ni Marruecos ni Mauritania, ha sido el engaño. Primero fueron engañados por España y décadas más tarde por la Comunidad internacional. España prometió que les defendería hasta la última gota de sangre y los acabó vendiendo a cambio de cuotas de pesca, fosfatos, Ceuta y Melilla y más tarde una supuesta colaboración en materia de seguridad e inmigración. La ONU prometió un referéndum para que los saharauis elijan entre la integración en Marruecos y la independencia, empezó cediendo ante los chantajes marroquíes y acabó convirtiéndose en el mejor aliado del statu quo. Apostar por que pase el tiempo y que las duras condiciones en el refugio de Tinduf, las torturas en las cárceles marroquíes y la presión diplomática sobre el Frente Polisario acaben consumando la ocupación. Esa era la fórmula.

Pero los últimos acontecimientos indican que algo está cambiando en el Sahara. Tarde o temprano Marruecos terminará reconociendo la guerra que le enfrenta al Polisario. Desde el 13 de noviembre los enfrentamientos entre el Ejército saharaui y las FAR van creciendo. Algunos medios marroquíes ya hablan de escaramuzas a lo largo del muro. El reconocimiento estadounidense de la presunta soberanía marroquí sobre el Sahara es y será utilizado para desviar en parte la atención de lo que ocurre en el territorio.

Este escenario significa que hemos perdido 30 años metidos en un callejón pintado de promesas que no llevan a ninguna parte. Certifica la debilidad de las Naciones Unidas. El fracaso en el Sahara Occidental es una herida grave para el sistema implantado tras la Segunda Guerra Mundial y una puerta abierta para normalizar las agresiones. Esto han entendido los saharauis y han emprendido un camino sin vuelta atrás. La nueva situación en la antigua excolonia española saca inevitablemente al conflicto del bloqueo y abre un nuevo escenario cuyo resultado es una incógnita. Algo se mueve en el Sahara.

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