Los cálculos de la ONU en el Sahara Occidental

La trayectoria de la ONU en el conflicto saharaui deja muchas dudas sobre el compromiso adquirido décadas atrás con el derecho de libre determinación de los saharauis. Esta Organización ha tenido oportunidades para acabar con el conflicto y evitar años de exilio, separación y muchas muertes pero ha optado por una posición pasiva, en contra del rol activo que ha tenido en otros procesos de descolonización. El resultado de este largo e infructuoso proceso hace que la ONU —encargada de velar por el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales en el mundo— se convierta en una de las principales causas del estallido de un nuevo conflicto cuyas consecuencias son una incógnita.

Del 22 de octubre al 8 de noviembre de 1975 el Consejo de Seguridad se reunió tres veces para tratar la cuestión del Sahara. Era el contexto de la Marcha Verde declarada por el rey Hassan II. Como afirmó el representante de Argelia ante el CS «independientemente del título que se le dé a esta iniciativa, es el cruce de una frontera y la invasión de un territorio». A pesar de ello las acciones del órgano que debe garantizar la paz y la seguridad internacionales se limitaron a deplorar la marcha y a pedir a Marruecos que la retire.

Sabía también el CS que había estallado una guerra entre Marruecos y Mauritania —a quien España había cedido el territorio mediante los Acuerdos de Madrid sin concluir el proceso de descolonización— y el Frente Polisario que trató de evitar la ocupación y lograr la independencia del Sahara. Este órgano optó por fiarse de Hassan II quien afirmó «nos lo comeremos en una semana» refiriéndose a los «mercenarios del Frente Polisario» y ya no se pronunció más sobre la cuestión hasta 1988. La guerra fue más allá de la semana prevista por el monarca marroquí y se extendió, además del territorio saharaui, a Mauritania y el sur de Marruecos. Solo en la batalla de Lebuirat, de finales de agosto de 1979, 615 soldados perdían la vida y el 10% de la caballería mecanizada marroquí fue destruido, informó entonces Felix Bayon. En esas fechas Mauritania era derrotada y firmaba los Acuerdos de Argel con los saharauis donde renunciaba a sus reivindicaciones sobre el territorio.

En ese año la AG tuvo que admitir al Frente Polisario como el representante legítimo del pueblo saharaui. Fueron los avances militares los que hicieron que la AG diera este paso y no las conclusiones del Informe de la misión visitadora de 1975 que este órgano había enviado al Sahara y que certificaba que el Polisario era la fuerza dominante en el territorio. Durante el silencio del CS la AG emitía resoluciones para reafirmar que el proceso de descolonización  seguía pendiente. En estos años la ONU dejó bien claro que Marruecos y el Frente Polisario eran las partes del conflicto saharaui.

Desde 1976 el centro de gravedad del conflicto se había desplazado a la OUA quien fue realmente el artífice del cese al fuego, identificando el problema y presionando a Rabat para que a partir de 1981 comenzara a hablar de referéndum. La República Árabe Saharaui Democrática (RASD) fue admitida en esta Organización en 1984 como Estado de pleno derecho lo que provocó la salida marroquí. Los valientes pasos de la OUA pusieron en peligro su existencia durante los debates para aceptar a la RASD en el que quedaron latentes las diferencias de las dos corrientes fundadoras, representadas en el Grupo de Casablanca y el Grupo de Monrovia. Pero la OUA superó la crisis y fue clave para el cese de las armas en el Sahara Occidental.

Un paso relevante para el alto al fuego fue la misión de buenos oficios impulsada por la ONU y la OUA en 1985. En octubre de 1988 Javier Pérez de Cuéllar compareció ante el CS para informar que las partes habían alcanzado un acuerdo para parar las armas y celebrar un referéndum para elegir entre la independencia y la integración. El Polisario aceptaba el alto al fuego, Marruecos aceptaba un referéndum con posibilidad de la independencia y la ONU se responsabilizaba solemnemente de organizar la consulta. El 6 de septiembre de 1991 entró en vigor el alto al fuego y empezó a funcionar la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental (MINURSO). La solución quedaba cerca. Los refugiados comenzaron a fabricar baúles para el retorno. Los saharauis que se quedaron en el Sahara Occidental preguntaban por los lugares para recoger a sus familiares después de 16 años de separación.  

Sin embargo, justo antes de dejar el cargo, Pérez de Cuéllar introdujo nuevos criterios de participación en el referéndum. Las partes acordaron que el censo elaborado por España en 1974 era la base para identificar a los saharauis con derecho a voto. Después del cese de las armas Marruecos dijo que el censo español no podía valer porque en ese momento había muchos nómadas que no fueron identificados. Lo cierto es que a principios de los setenta la sociedad saharaui vivió un proceso de sedentarización sin precedentes. En 1974 más del 80% de la población vivía en ciudades como El Aaiún y Smara o pequeños núcleos de población como Guelta, Tifariti o La Güera. La sequía de los años anteriores hizo que la mayoría se integrara en empresas públicas como Cubiertas o Fos Bucraa. A pesar de ello la ONU aceptó y Marruecos desplazó a cientos de miles de marroquíes al Sahara Occidental.

Curiosamente Pérez de Cuéllar se convirtió en miembro de la ejecutiva de la sociedad francesa Optorg vinculada al grupo marroquí Omniuni Nord-Africain (ONA)  en 1993. Al poco de ocupar su puesto, el nuevo SG Boutros Ghali quiso nombrar para el puesto de representante especial para el Sahara Occidental al norteamericano Vernon Walters quien fuera jefe de la CIA en los años setenta. Walters trabajó codo con codo con Hassan II para preparar la Marcha Verde. «¿De entre 300 millones de americanos, no encontró Usted más que a Vernon Walters?», le preguntó el presidente saharaui Mohamed Abdelaziz, como recoge el diplomático Bujari Ahmed. El elegido fue el pakistaní Yacoub Khan. Bujari cuenta como este pidió un encuentro secreto con Bachir Mustafá Sayed —entonces coordinador saharaui con la ONU— para decirle «El rey Hassan me manda a decirte que si necesitas algo personal, que me lo digas». Marta Jiménez, integrante de la Misión visitadora de 1975 cuenta cómo el monarca intentó atraerla con perfumes caros y vestidos de princesas. El informe Ruddy, que recoge Felipe Briones en su trabajo de 1997, pone de manifiesto presuntas prácticas de funcionarios de la MINURSO para dificultar la inscripción de ciudadanos saharauis en las listas de votantes para el referéndum.

El pueblo saharaui comenzaba a sentirse engañado. Las más de cien mil solicitudes que Marruecos presentó para ser inscritas en las listas de votantes llevaron a la comisión de identificación al colapso. Ghali llegó a proponer al CS seguir adelante con el referéndum independientemente del consentimiento de las partes. El CS declinó la propuesta.

En 1997 el norteamericano James Baker consiguió sentar a las partes en varias rondas de negociaciones para superar muchos obstáculos que habían bloqueado el proceso mediante la firma de los Acuerdos de Huston. Se reanudó el proceso de identificación, se hablaba de la vuelta de los refugiados, el referéndum tenía fecha y las partes mostraron su compromiso con la ruta trazada por Naciones Unidas. Pero las cuentas no salían en Rabat para el «referéndum confirmativo» que Marruecos había pregonado. Quedó entonces evidenciado que la estrategia del rey Hassan II había sido demorar el proceso al máximo hasta que la política de los hechos consumados termine haciendo el resto del trabajo. La ONU más que tratar de evitar este escenario lo favoreció alegando que el acuerdo de 1991 era inviable y que se debía avanzar en otras direcciones. ¿Acaso la actitud de Marruecos en este proceso no era previsible? ¿Por qué el CS no puso en marcha un mecanismo para sortear este escenario?

En julio de 1999 accedía al trono Mohamed VI tras la muerte de su padre. Cuando el 30 de diciembre de ese año la MINURSO hizo pública la lista de votantes para el referéndum y los marroquíes comprobaron que tan solo una mínima parte de los ciudadanos movilizados al Sahara había sido admitida abandonaron definitivamente su compromiso con el proceso. La ONU en vez de dar un golpe encima de la mesa y garantizar el derecho de libre determinación del pueblo saharaui afirmó, en boca de su SG, que el plebiscito no se puede llevar a cabo porque habría «un ganador y un perdedor» y no hay un mecanismo que garantice los resultados. En 2001 la paz quedó seriamente amenazada cuando Marruecos construyó una carretera desde Dajla a Guerguerat para abrir un paso fronterizo hacia Mauritania, en contra de los acuerdos adicionales que han ido configurando el alto al fuego. La ONU consiguió que las aguas volvieran a su cauce para continuar con el proceso de paz.

En 2001 James Baker planteó una propuesta muy alejada de la doctrina de Naciones Unidas en los procesos de descolonización. Aunque la meta final era el referéndum, el Plan Baker I ofrecía una autonomía temporal en Marruecos. En este periodo de transición Rabat iba a tener amplias y estratégicas competencias como política exterior, defensa, seguridad nacional y las leyes aplicadas serían regidas por la Constitución marroquí. En el referéndum podían participar los saharauis admitidos en la lista de la MINURSO y todos los marroquíes que hubieran residido en el territorio durante el último año del periodo de transición planteado. Marruecos puso objeciones pero aceptó y el Polisario rechazó.

En 2002 Kofi Annan trató de sortear el bloqueo planteando al CS cuatro opciones: 1) aplicar el plan acordado en 1991 sin el consentimiento de las partes, 2) revisar el Plan Baker I aplicarlo  independientemente de su aceptación, 3) Dividir el territorio en dos porciones donde la mitad norte correspondería a Marruecos y la meridional al Polisario y 4) la retirada de la MINURSO y el reconocimiento de la incapacidad de la ONU para hallar una solución. El CS optó por favorecer el bloqueo y no se decidió por ninguna de las opciones que le fueron presentadas. En esta fase Marruecos comenzó a hablar de «una amplia autonomía» como la única solución posible.

En 2003 Baker volvió a poner encima de la mesa una propuesta que seguía planteando el referéndum como escenario final pero incorporando la autonomía permanente como tercera opción. Así Marruecos tenía a su favor dos de las tres opciones, la posibilidad de incorporar a sus súbditos para votar en el referéndum que debía decidir el estatuto definitivo del Sahara y amplias competencias durante el periodo de transición que se planteó. La propuesta por el contrario no ofrecía garantías para la vuelta de los refugiados, guardaba un silencio sepulcral sobre el primer año de transición dando a Marruecos facilidades para ejercer la represión contra los saharauis afines al Polisario y no planteó un mecanismo para el respeto de los resultados de la consulta. En contra de lo que se podía esperar, Marruecos rechazó la propuesta porque incluía la opción de la independencia y el Polisario la terminó aceptando alegando que lo esencial era celebrar el referéndum y concluir el proceso de descolonización. Baker dimitió en 2004.

Aunque en los años posteriores el CS apoyó el plan Baker II, países como Francia hicieron que poco a poco la propuesta cayera en el olvido y la ONU empezara a hablar de solución política negociada. Tras la presentación oficial del plan de autonomía marroquí para el Sahara el CS llamó  a las partes para entablar negociaciones directas sin velar por el éxito de estos encuentros y no escondiendo su proximidad a la propuesta de Rabat que califica de seria, realista y pragmática. Desde 2011 Marruecos se ha negado a negociar con el Polisario porque cree que quien debe sentarse a negociar es Argelia. La ONU ni siquiera ha reprochado a Rabat esta conducta limitándose a emitir resoluciones imprecisas que certificaban el peor de los presagios saharauis.

La ONU se ha convertido en el mejor aliado de Marruecos para prolongar el conflicto. «O referéndum o statu quo hasta la eternidad» ha venido a decir el CS a la población saharaui eliminando de sus resoluciones la palabra referéndum hasta convertirla en tabú. Este órgano evita en la medida de lo posible mencionar al Frente Polisario, insinuando, como pretende Rabat, que la otra parte del conflicto es Argelia. El artífice de esta evolución es Francia cuyo ex ministro de Exteriores Roland Dumas llegó a afirmar en el documental Hijos de las Nubes, la última colonia que «la solución es la no solución».

En efecto la práctica de la ONU se ha basado en esto: aprobar resoluciones que no concretan nada y dejar que pase el tiempo hasta que las futuras generaciones decidan volver al Sahara e integrarse en Marruecos o quedar repartidos entre Argelia, el Sahara, Mauritania y Europa. Los cálculos de la ONU esperaban los primeros resultados con la desaparición de las generaciones que tuvieron un contacto directo con la guerra. Mientras esto se logra la ONU sigue prolongando la estancia de la MINURSO que empezó siendo una Operación para el Mantenimiento de la Paz (OMP) y se ha terminado convirtiendo en el mejor instrumento para el mantenimiento del statu quo. La MINURSO no ha organizado el referéndum, no vigila los DDHH y solo se limitaba a informar sobre las violaciones del alto al fuego. Por el contrario si ha cometido crímenes contra el patrimonio arqueológico saharaui donde aparecieron pintadas como «Capt. Isaac M. was here. August 12 2007. Esa» o «Petar Cro Army». La ONU reconoció los hechos.

Pero todo apunta a que los cálculos de Francia y del CS volvieron a fallar. La población saharaui se siente traicionada y no ve otra alternativa que la vuelta a las armas. El 13 de noviembre la guerra en el Sahara Occidental dejó de ser una amenaza para convertirse en una realidad cuyas consecuencias son incalculables. Queda evidenciada la responsabilidad de la ONU en todo este proceso. El lector, que ha tenido la generosidad de perder unos minutos para leer este extenso artículo, debería pensar en las tres décadas que ha perdido la población saharaui esperando una solución a su causa. Durante este tiempo mucha gente ha muerto esperando volver a su tierra. Durante este periodo las condiciones de vida en los campamentos han seguido siendo duras y las cárceles del Sahara Occidental y de Marruecos han seguido encerrando a saharauis por manifestar lo que quieren. Mientras, la ONU hace cálculos para parar lo que no ha querido evitar.

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